Era el último encuentro lector de noviembre y tal vez del año, a nivel instituciones.
El Comedor Agustín Vallejos queda en el norte de la ciudad, a unas tres cuadras hacia ese cardinal de la Asociación de Veteranos de Fútbol. Las lectoras fueron llegando de a una. Las esperaban con mesas, bancos y sillas en una galería con chapas de zinc que a las 16 horas aumentaba el calor en unos 4°.
Los chicos esperaban, las gallinas que se paseaban por el lugar también parecían predispuestas a escuchar.
Colaboraron en el armado de la mesa de libros mientras los chicos de sonido preparaban lo suyo.
Un titular en un celular decía que Sáenz Peña era en ese momento la ciudad más caliente del país.
Empezaron las lecturas y las lectoras recorrieron sin pausa el ritual de leer cada una, dos textos.
Entre mamás que resoplaban, alumnas de un Instituto Terciario que llegaban para dar asistencia escolar, las gallinas tiki, perros echados en rincones menos calurosos y mucho de amor lector, la tarde se fue yendo.
Entre cartas a Papá Noel, algún cuento de Roldán, poesías y adivinanzas las lectoras volvieron a llevar frescura y afecto.
Dejamos ese rinconcito saenzpeñense que cultiva amor, luego de una tragedia, la peor, perder un hijo.
Agustín es el nombre del Comedor porque así se llamaba el hijo de esa familia que desde que no está, lo recrea en cada niño que se acerca a buscar comida, afectos y esperanza.