Federico Sturzenegger no tiene cargo pero sí protagonismo en el gobierno de Javier Milei; tanto, que fue la figura más esperada —y el último en hablar— en el Foro Panamericano de la Escuela Herbert de Negocios de la Universidad de Miami (UM), “Argentina en Transición”, un encuentro de especialistas dedicado a “un análisis profundo de la nueva economía de Argentina”.
Mientras en Buenos Aires la Cámara de Diputados aprobaba por 144 votos contra 109 la llamada Ley Ómnibus y la policía reprimía a los manifestantes que protestaban contra ella en la calle, en el campus de la UM de Coral Gables, Miami, el inspirador del macroproyecto y del decreto de necesidad y urgencia “Bases para la reconstrucción de la economía argentina” contaba esta historia:
Hace un par de años se retiró el chef de la residencia presidencial de Olivos. Le hicieron una entrevista para que contara qué había visto en sus 30 años allí. “Bueno, lo primero que diría es que acá los presidentes cambiaban todo el tiempo, pero los que venían a cenar eran siempre los mismos”.
Sonaron las risas en el Storer Auditorium de la UM, lleno de argentinos. Sturzenegger dijo que había elegido ese cuento para abrir su charla porque explicaba “la estrategia subyacente al programa de desregulación” de Milei:
-En la superficie, Argentina parece un lugar muy inestable. Lo que nosotros diríamos un quilombo. Inflación, cambios abruptos: un día se hace una cosa, el otro día se hace otra. Sin embargo, yo creo que eso es un engaño: Argentina es un país extraordinariamente estable en su estructura organizativa.
Si hoy les sacáramos una foto a todos los sindicalistas argentinos y la comparásemos con una foto de los de hace 30 años, veríamos que son las mismas personas. Y si después hacemos una con los empresarios argentinos más importantes y la vemos junto una foto de los de hace 30 años, encontraríamos que son las mismas personas.
Y enfatizó: “Las mismas personas físicas, ¿ok?”.
Pocos necesitaban ese subrayado en el público. Además del orador, ex presidente del Banco Central (BCRA) durante el gobierno de Mauricio Macri, en los asientos se acomodaban, con excepción de algunos estudiantes, conocedores de la economía de Argentina. Entre ellos los demás oradores: Sebastián Galiani, ex secretario de Política Económica de Macri; Alejandro Werner, director del Departamento para el Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI) hasta 2021; Fernando Álvarez (Universidad de Chicago), Martín Uribe (Universidad de Columbia) e Iván Werning (Instituto de Tecnología de Massachussetts).
Esa foto que se resiste al tiempo, según Sturzenegger, refleja una política de Estado: una política con continuidad en el tiempo. No la que él querría tener, aclaró, pero es eso. “Este grupo de actores que Milei llama ‘la casta’, pero se podría llamar ‘el establishment’ se basa en la apropiación de rentas de la población en general”. Ese “modelo empobrecedor”, como calificó, sólo da bienestar a esos sindicalistas, a esos empresarios, repitió. “Quizás un recién llegado a la fiesta sean las organizaciones sociales que han armado una estructura de poder”.
La “República Corporativa”
El conjunto forma “lo que alguna gente ha llamado la República Corporativa”, adjudicó a terceros. Pero no se alejó demasiado de la terminología: ”Lo interesante es que la República Corporativa, a lo largo de muchos años, se ha hecho carne en la ley. El robo está institucionalizado”. El programa de Milei, argumentó, “más que apuntar al crecimiento económico tiene un fin más político: desarmar los recursos que financian a este statu quo y le permiten perdurar en el tiempo”.
El crecimiento económico, matizó Sturzenegger, “es, por supuesto, un objetivo”. Pero remarcó: “A este programa de desregulación subyace una visión eminentemente política, una estrategia para desarmar la estructura corporativa de Argentina. Sacar los nichos de privilegios, sacar los monopolios instalados por el Estado, sacar los peajes que la ley impone para que ciertos actores cobren. Si se desarma eso, quizás hay una oportunidad”.
El asesor del presidente —en una foto, Milei exhibió sobre su escritorio el libro Advanced Macroeconomics, An Easy Guide, de Sturzenegger, Filipe Campante y Andrés Velasco— explicó entonces detalles del DNU y la Ley Ómnibus. Y por último se dedicó a contar cómo interpretaba lo sucedido en los 50 días que lleva el nuevo gobierno.
“Siento que la democracia argentina floreció”, dijo a modo de resumen. “Hay un presidente con mucho apoyo, pero sin grandes grandes números en el Parlamento. Eso obliga al ejercicio de la democracia, a consensuar. Se dan discusiones que nunca se habían dado: cayó un muro de silencio sobre un montón de temas que nadie se animaba a tocar”. Sin ir más lejos, argumentó, el mismo texto que se acababa de aprobar en Diputados, era una prueba: “Han quedado cosas en el camino, pero también muchísimas cosas se mejoraron. Es parte del juego de la democracia”.
A la hora de las preguntas, un hombre —la mayoría en el auditorio, en un espectro cromático de azul, gris, negro, acaso unos zapatos en marrón— le preguntó si no es cierto que en Argentina sólo los peronistas, como Carlos Menem, pueden hacer reformas económicas.
Sturzenegger sacudió la cabeza: “Lo que tenés que tener es una estrategia. Por ejemplo, yo creo que un error del gobierno de Macri fue pensar que podía comprar a todos estos grupos. Entonces les dio recursos a los gobernadores, a los piqueteros, a los sindicalistas, etcétera. Pero darle recursos al statu quo simplemente lo fortalece”. Lo que se necesita, completó, es “una estrategia y agallas, porque a veces en la política te dicen ‘esta puerta no se puede atravesar’ y un día un político abre y pasa, ¿no?, como Javier Milei, que pasó como Pancho por su casa”.
Sturzenegger, sin embargo, se moderó: “Acá no se ha ganado ninguna batalla todavía”, dijo, y contó el affaire de los aplausos y el diputado Miguel Ángel Pichetto. Y advirtió: “La lucha contra el Estado corporativo es un proceso que tiene retrocesos, éxitos, caídas, golpes sucios. Pero si uno tiene el norte claro y es perseverante, quizás en muchos años podamos ver que verdaderamente cambió”.
Argentina, o “el Vietnam del FMI”
El foro “Argentina en Transición”, organizado por Alex Horenstein (Escuela Herbert de Negocios de UM), Manuel Santos (también moderador del encuentro) y Allan Herbert (primer expositor, seguido por Felicia Knaul, profesora de la UM), contó con la exposición de Werner, quien negoció con el gobierno de Macri el acuerdo con el FMI y pintó un panorama de la historia del país con el Fondo. Su descripción fue tan sombría que uno de los asistentes, cuando se abrieron las preguntas al público, inició la suya definiendo a Argentina como “el Vietnam del FMI”, por la la guerra que perdió EEUU.
Al dejar su cargo en 2021, Werner escribió un libro con esa historia, expresivamente titulado Argentina en el Fondo. “La relación con Argentina es la más compleja, probablemente, que tiene el FMI”. Tras hacer un recorrido por la economía nacional desde principios del siglo XX al presente, el actual profesor de la Georgetown University habló del estancamiento que comenzó en 2011. El ingreso per capita, estimó, es 10% menos que entonces. El gasto público pasó del 20% al 40% antes del gobierno de Macri, y durante esa gestión, “efecto de una mala cosecha en Argentina y de que los mercados de capitales básicamente dejaron de financiar los déficits públicos”, Macri se acercó al FMI. Faltaban sólo 18 meses para las elecciones presidenciales: el FMI, analizó en retrospectiva, hizo un mal cálculo del riesgo al otorgar los fondos.
En ese tiempo “se avanzó de manera muy importante en la reducción del gasto público y el déficit fiscal”, siguió Werner. Pero no hubo un equipo convencido de la política monetaria, observó. Y luego cambió el gobierno: asumió Alberto Fernández con Cristina Kirchner como vicepresidenta. “Es cierto que enfrentó la pandemia, pero ese gobierno tuvo un diagnóstico totalmente equivocado de los problemas de la economía argentina. Pensaba que el gran problema era el endeudamiento y no que el endeudamiento era la consecuencia de los problemas estructurales”.
El gobierno de Macri también fue parte de la exposición de Galiani, quien comparó los desafíos de Milei —tema de su ponencia— con los del periodo 2016-2020, cuando él, hoy profesor en la Universidad de Chicago, fue funcionario. “Creo que hemos minimizado lo difícil que que es cambiar Argentina”, comenzó. “Tómenlo como un hecho histórico: es un desafío enorme estabilizarla. Argentina es muy complicada porque oscila entre entre visiones de país muy distintas”.
Galiani imaginó qué pasaría si Milei llevara adelante su programa pero perdiera popularidad y diera señales de no ganar las elecciones intermedias o la reeleción. “Y entonces vendría [Axel] Kicillof. No importaría entonces cuán buenas fueran las reformas de Milei: nadie pondría un peso en Argentina. Cuando se gobierna bajo la sombra del regreso del populismo, es muy difícil que vengan las inversiones”. Cuando él se sumó al gobierno de Macri, en 2017, escuchó innumerables veces la misma pregunta: “Pero ¿le van a ganar a Cristina Kirchner o no? Porque si voy a poner plata acá, quiero saber que se van a mantener las reglas de juego”.
Milei recibe 12 años de estancamiento y 212% de inflación, precisó al compararlos; Macri recibió respectivamente 4 y 25%. Milei recibe un alto nivel de deuda, mientras que Macri recibió uno razonable. Ambos reciben déficil fiscal y un BCRA sin reservas. Pero mientras que Macri eligió el gradualismo, Milei prefiere el shock fiscal. “En la campaña le fue bien diciendo que iba a cortar el gasto político”, analizó Galiani, “pero eso no existe”, objetó. “El 80% del gasto público son transferencias al sector privado vía jubilaciones, planes sociales o empleo público. Entonces, si hace un ajuste de cinco puntos, le saca cinco puntos a la sociedad”.
Eso sería un golpe tan duro que sólo podría no resultar “muy recesivo” en un escenario: que se logre bajar la inflación muy rápido: “Si se le deja de sacar a la gente el impuesto inflacionario, eso puede compensar, e incluso más. Pero eso requiere un timing muy especial: que, cuando se esté haciendo el ajuste fiscal, la inflación esté bajando muy rápido”.
Hoy —cerró Galiani— en Argentina hay una guerra de desgaste: Milei la da no sólo contra la oposición kirchnerista sino “contra la oposición dialoguista”, a la que debe ganar para no perder las elecciones intermedias, “y contra los grupos corporativos”. Tiene, evaluó, “una única arma: bajar rápido la inflación y que vuelvan a crecer la economía y los salarios”.
Las demás ponencias de “Argentina en Transición”
Los oradores restantes en el foro tocaron diferentes temas. Álvarez analizó qué papel debería tener el FMI en la estabilización de Argentina y opinó que, en la situación actual, la política de ingresos y las reformas estructurales están al final de la lista de prioridades. Más importantes son “el control del déficit fiscal, la eliminación de los controles de precios y tarifas, los controles de capitales (una forma de represión financiera, de cepo, distinta a la de ahora) y pensar el balance del BCRA y del Tesoro como algo consolidado y no separado”.
Cualquier plan de estabilización es difícil, agregó, cuando “tener un peso en la mano es como tener un helado en un día de calor”. Pero si ese es el objetivo y la idea es que no cause contracción sino expansión de la economía, hay que muy cuidadosamente en el arco que va desde la dolarización hasta el tipo de cambio flexible. “Dolarizar no es posible”, aseguró, “así que ni hablemos de eso”. Pero el otro extremo tampoco: “Hay que hacer es algo en el medio, un modelo de banda superior y banda inferior de tipo de cambio”, propuso. “Para eso hay que tener un poco de reservas y ese podría ser un rol que podría tener el Fondo”.
Uribe atribuyó al gobierno de Milei “una gran contribución”. En 50 días, dijo, “le ha cambiado la cabeza a la gente”. Erradicar la inflación es “primordial”, calificó, y dado que “la causa de la inflación es el déficit fiscal”, hay que comenzar por allí. El profesor de la Universidad de Columbia votó a favor de “la eliminación total del cepo para ir a un tipo de cambio libre sin restricciones”, y evaluó que el libertario “se perdió una gran oportunidad”. Cuando asumió, en el momento de mayor receptividad popular —”los gobiernos pierden receptividad muy rápidamente”, advirtió—, el ministro de Economía Luis Caputo “pagó un costo enorme en términos políticos al devaluar la moneda en un 130%, causando una enorme recesión y una enorme aceleración de los precios”. Para eso, podría haber sacado el cepo completamente.
El cálculo del Ejecutivo —el temor de que el precio del dólar se fuera a 2.000, 5.000 pesos— estuvo equivocado, opinó, por “la falta de un marco conceptual macroeconómico abarcativo”. De haberlo tenido, el fin la variedad de cotizaciones se podría haber sostenido con “un programa monetario del BCRA que llevara a cero la emisión monetaria para financiar al Tesoro”, expuso.
Pero lo central de su ponencia fue que Milei no necesita “bajar el déficit fiscal en seis puntos en seis meses”. Para salir de la zona de peligro de default “lo que hace falta es cero déficit primario, la diferencia entre gasto público e impuestos”. El déficit primario de Argentina es 2,5 puntos del PBI, y si de él dependiera eso se saldaría eliminando “un número enorme de programas de gobierno”, y dio los ejemplos de Previaje y Ahora 12, dos subsidios para la clase media. “La reducción del déficit fiscal primario se puede hacer rápidamente, y una vez logrado, la Argentina entraría en una situación de solvencia sin necesidad de default, lo que significa que nos financiarían”, propuso Uribe.
Por último, Werning analizó el presente como “un gran momento y una gran oportunidad” porque “la gente, y sobre todo los jóvenes, se convencieron de que es necesario cambiar”. Pero la interacción entre economía y política en Argentina es un desafío, recordó. Y el otro gran desafío, de largo plazo, es el crecimiento. Porque la estabilización, deseable en sí misma, no deriva necesariamente en el crecimiento, argumentó el profesor del MIT. “Los economistas que hacemos investigación sabemos que no sabemos todo y —no les voy a mentir— no sabemos bien cómo generar el crecimiento. No hay una fórmula exacta. Sabemos que muchas cosas que parecen alinearse, pero no cuáles son las condiciones que exactamente se necesitan”.