Crecimiento paralizado, poblaciones que envejecen, peso de las deudas públicas gigantescos… tanto en Japón como en los principales países europeos las respectivas parálisis de la economía parecen indicar un cambio inminente del orden mundial. Pero, ¿es realmente así? Los especialistas afirman que, en algunos casos lo es, en otros, no tanto.
El tiempo del “milagro económico japonés” quedó lejos. Hoy, los mismos japoneses hablan de “30 años perdidos”. Desde 1990, la economía japonesa progresa apenas e, incluso, retrocede.
La pertinencia de medir la salud de un país según la evolución del PBI puede discutirse. En todo caso, en ese terreno, Japón va mal. Después de haber cedido a China en 2010 su puesto de segunda economía mundial, acaba de dejar en 2023 a Alemania su tercer lugar en el podio mundial de los principales PBI.
Si bien ese retroceso se debe en parte a la caída de la moneda nipona, confirma irremediablemente el derrumbe de una economía que entró en un largo invierno demográfico. A falta de nacimientos desde hace décadas, el archipélago pierde cerca de un millón de habitantes por año.
Al volver a caer en recesión técnica en los dos últimos trimestres de 2023, Japón generó, para el conjunto del año, un PBI apenas superior a su nivel anterior al Covid-19. Medido en divisa estadounidense, que sirve de referencia en las grandes comparaciones internacionales, ese monto solo representa 4,2 billones de dólares.
Al mismo tiempo, la economía alemana, que también sufre de un frágil crecimiento, alcanzó un poco más de 4,4 billones de dólares. A título de comparación, el PBI estadounidense se acerca a los 27 billones, mientras que la economía china se aproxima a los 18 billones.
“La dinámica no es buena. Ver a Alemania superarnos demuestra que es imperativo lanzar reformas estructurales y crear una nueva forma de crecimiento”, reconoció el ministro de Economía japonés, Yoshitaka Shindo.
Si bien Japón no conoce el desempleo e, incluso, padece graves penurias de mano de obra, sus trabajadores siguen soportando una considerable erosión de sus salarios reales debido a una ligera inflación de 2,5%. Y como limitan sus compras, el consumo familiar disminuye.
El escaso crecimiento es generado por la demanda exterior. Pero, en los tres últimos meses de 2023, las exportaciones de bienes progresaron apenas 0,7%, en particular gracias al sector automotriz. Y si bien los economistas anticipan el retorno de un tímido crecimiento para 2024, la falta de confianza de los actores económicos podría complicar el panorama de las autoridades financieras, que estudian un ajuste de la política monetaria.
La situación en Europa
En Europa, las cosas no van mucho mejor. El 15 de febrero, la Comisión Europea publicó sus previsiones económicas para 2024-2025. En el bloque y sus Estados miembros, el crecimiento sería débil, aunque disminuirá la inflación.
Mala noticia para los ministros de Finanzas de la Unión Europea (UE), que no podrán contar este año con un crecimiento sostenido para sanear sus cuentas públicas. El aumento de la deuda después del Covid-19 y la guerra en Ucrania, así como el retorno de las reglas presupuestarias en la unión monetaria, reducen los márgenes de maniobra de la UE.
“La economía del bloque apenas creció durante 2023″, reconoció el comisario europeo para Asuntos Económicos y Monetarios, Paolo Gentiloni. En verdad, si bien escapó de milagro de la recesión en el segundo semestre de 2023, el Viejo Continente tiene serias dificultades para recuperar una economía floreciente.
En Francia, el gobierno acaba de anunciar que necesitará hacer un ahorro de 10.000 millones de euros. En Alemania, en una decisión de noviembre de 2023, la Corte Constitucional de Karlsruhe obligó al Estado a suprimir 17.000 millones de euros de gastos solo en 2024. Italia se lanzó en un plan de privatizaciones para obtener 20.000 millones de euros antes de 2026.
Tras cuatro años excepcionales, donde el “cueste lo que cueste” de la pandemia fue seguido por ayudas masivas frente a la crisis inflacionaria, Europa se enfrenta al gran retorno de las restricciones presupuestarias. La era del dinero gratis se terminó, y el debate hace furor en el continente sobre la mejor política a seguir. ¿Es necesario hacer como Estados Unidos, que gasta sin contar con su enorme plan de subvenciones a la industria (Ley de Reducción de la Inflación)? ¿O regresar a cierta ortodoxia económica?
Por el momento, la segunda opción parece ganar terreno sin que sea cuestión de regresar a la austeridad de los años de la crisis del euro.
“Este año marcará una inflexión para las finanzas públicas de la unión monetaria”, estiman los analistas de la agencia de notación S&P Global Ratings.
Europa está atrapada en una tenaza financiera que se cierra lentamente. Por un lado, las tasas de interés se fueron a las nubes, lo que aumentará progresivamente el costo del rembolso. Por el otro, los gastos de los años de pandemia y después el golpe inflacionario provocaron un fuerte aumento de la deuda.
“El peso de ese endeudamiento aumentará irremediablemente. En ese contexto, dos países terminaron estos últimos años particularmente fragilizados, con una deuda juzgada ‘elevada y estancada’ por S&P: Francia y Alemania”, explica el economista Philippe Desertine.
Entre 2019 y 2023, Francia fue uno de los países de la zona euro cuya deuda más aumentó, pasando de 97% del PBI antes de la pandemia a 110% en 2023, según el FMI. Bélgica, Italia y España registraron, en el mismo periodo, una progresión de unos diez puntos de sus endeudamientos. Fuera de la unión monetaria, el Reino Unido (sumó 20 puntos de deuda, a 104%) y Estados Unidos (15 puntos, a 123%) también sufrieron un fuerte aumento.
Un salto que estuvo lejos de ser generalizado. En Alemania y en Austria, el incremento fue de cinco puntos (66% y 75% respectivamente). En cuanto a Grecia y Portugal… registraron una reducción de sus deudas entre 2010 y 2023 gracias a una trayectoria descendiente iniciada antes de la crisis sanitaria.
“En todo caso, para la gran mayoría de los países de la UE, el nivel de la deuda mejora y pronto llegará a su nivel pre-pandemia”, señala Federico Barriga-Salazar, de la agencia de notación Fitch.
Sin embargo, al mismo tiempo, las reglas presupuestarias europeas, suspendidas durante la crisis, volvieron a entrar en vigor en 2024. Es verdad, han sido ligeramente modificadas y un poco más flexibles que antes. Pero las necesidades de financiación son evidentes: en la defensa, para hacer frente a la crisis de Ucrania; en la transición verde, para luchar contra el calentamiento climático, y en los gastos corrientes provocados por el envejecimiento de la población.
“El verdadero riesgo no es la deuda, sino la aplicación de las reglas presupuestarias europeas, que podrían reducir el crecimiento. Un poco como fue el caso durante la crisis del euro”, estima François Geerolf, economista del Observatorio francés de Coyunturas Económicas (OFCE).
La cuestión presupuestaria
En ese contexto, la cuestión presupuestaria agita a toda Europa, comenzando por Alemania. El principal país de la UE no necesita de las reglas europeas porque tiene las suyas, mucho más estrictas. El “freno de la deuda”, inscrito en la Constitución en 2009, prevé un déficit máximo “estructural” (fuera de efectos coyunturales) de 0,34% del PBI, mientras que los criterios de convergencia de la eurozona lo establece al 3%.
Por eso, la situación es considerada “dramática” por el ministro de Economía, Robert Habeck, y “peligrosa en el plano social”, para el ministro de Finanzas, Christian Lindner. Sendos análisis de la economía alemana, expresados esta semana por dos pilares del gobierno bastaron para dar frío en la espalda a sus conciudadanos.
Dese hace meses, las profecías de una recesión de la principal economía de Europa se multiplican. Alemania aparece como el enfermo del bloque. La OCDE dividió por dos sus previsiones de crecimiento para 2024. El gobierno debería también revisar sus ambiciones: el PBI progresaría solo de 0,2%, en vez del 1,3% anunciado hasta enero.
“La incertidumbre atrasa la reactivación, ya que aumenta la propensión de los consumidores a ahorrar y consigue que las empresas y los hogares estén menos dispuestos a invertir”, resume Timo Wollmershäuser, presidente de IFO, uno de los tres principales institutos de coyuntura de Alemania.
“La situación es dramáticamente mala”, declaró Habeck durante un debate. A su juicio, se prepara una “tempestad perfecta” sobre la base de tres elementos que podrían provocar “el efecto de una bomba”: el aumento de gastos militares, que pasarán a 100.000 millones de euros, el alza de los precios de la energía y la situación en China, país del cual dependen los exportadores alemanes.
En los sectores clave de la química, el inmobiliario y el automotriz, los anuncios de despidos se suceden. Hace dos semanas, la empresa de autopartes Continental agregó 1750 supresiones de puestos a los 5000 ya anunciados en noviembre. En su competidor ZF, los conflictos sociales no cesan, mientras que la dirección anunció al mismo tiempo el cierre de dos fábricas y una deslocalización a Estados Unidos. El tercero, Bosch, también confirmó la eliminación de 3000 empleos.
La hecatombe se hizo sentir asimismo en la industria química cuando BASF anunció el cierre de parte de su producción. Con el aumento de los precios de la energía, los anuncios de deslocalización se multiplican, como la del productor de electrodomésticos Miele, que construirá sus máquinas de lavar en Polonia.
“Se trata de un cambio estructural, casi tectónico”, comenta Jochen Schonfelder, experto del Boston Consulting Group.
Pero si bien todos concuerdan con el diagnóstico, los ministros sacan conclusiones opuestas. El ecologista Habeck subraya que es necesario pensar más que nunca en “soltar el freno de la deuda”, esa disposición constitucional que limita las capacidades de endeudamiento e inversión del gobierno.
Para el liberal Linder, la “recuperación económica” pasa antes que nada por una reducción de la burocracia que obstaculiza la inversión de las empresas. La industria, por su parte, defiende la conclusión de nuevos acuerdos de libre comercio para reactivar las exportaciones, como por ejemplo el de la UE y el Mercosur, hasta ahora bloqueado por Francia y otros países de la unión.
Sumergida en un contexto geopolítico excepcional, obligada a ayudar a Ucrania , a prepararse a la eventualidad de que Donald Trump regrese a la Casa Blanca y a cumplir con sus promesas en favor del clima, la UE debe hacer frente a un nuevo periodo de inestabilidad económica. Una situación que, sin embargo, es interpretada por los especialistas como “coyuntural”.
Para Philippe Desertine, “la ausencia de crecimiento no quiere decir que las grandes economías europeas estén siendo definitivamente desclasadas”.
“Según el FMI, en 2024, entre las primeras ocho economías del mundo [Estados Unidos, China, Alemania, Japón, Reino Unido, la India, Francia e Italia] cuatro son europeas, mientras que, si la tomamos en su conjunto, la UE se coloca en segunda posición, entre Estados Unidos y China”, añadió.